Amig@s de RedEHS:
Seguimos compartiendo con Ustedes nuestra serie de Cuentos:
Un día soleado pronosticaba albergar a todos los visitantes que llegaran al Ashram. Los árboles de pino azul, los eucaliptos, los robles parapetados en la colina del cerro confrontaban las ráfagas del viento sur. Al oeste el bosque de Álamos plateados, sus hojas saludaban intermitentemente, dando un hogar sombreado, protegiendo a las madres selvas cercanas del río.
Ya hacia el norte sólo piedra tras piedra milenaria,
perdiéndose en la oscuridad la cadena de las sierras. Al oriente una a una las constelaciones pasaban a su ritmo
dando lugar a un nuevo y esplendoroso amanecer.
Sentados o acostados entre las piedras los discípulos
miraban las estrellas en silencio, escuchando la música que había preparado el
maestro para la ocasión: a veces aria, Lorena Mackenith, Enya, otras veces
tango, guajira, ranchera mexicana, música celta o clásica actuando como un resonador en el alma para que aflore
sentimientos y memorias mientras aclaraba el día. De pronto el Maestro se paraba como un niño ágil giraba hacia nosotros despertándonos con su
mantram: Ya es hora!.
En ese mismo instante con el Maestro al frente en el gran
escenario que unía cielo y tierra, un meteorito ingresó a la atmosfera de sur a
norte. Tomó su tiempo para que todos los asistentes despertaran del ensueño,
formó su cauda de colores blanco azulados a ritmo lento dirigiéndose
directamente a la cabeza del Maestro. Todos estaban congelados siguiendo el
derrotero del cometa hasta que pasó por
detrás de la cabeza del Maestro como un eclipse
y encontramos sus ojos clavados en los nuestros. No sé cuánto tiempo
pasó, como cuando el tiempo cambia de
velocidad y todo parece que no pasara.
Allí detrás de la cabeza del Maestro, chocó la luz del
cometa y salió dividida en dos caudales brillantes que seguían su trayectoria
hacia el norte, cayendo detrás de las sierras altas. Al comentarle en el almuerzo al Maestro lo sucedido, interrumpiendo
mientras saboreaba como si fuera su único bocado le contestó:
“Doce mil millones de años se tardó el universo para
conjugar ese instante que yo no vi, y Uds. lo vieron”…allí hizo una pausa,
como si un mago diera el suspenso necesario para sacar algo de la galera: “como
mi maestro me decía, tu Eres antes de existir el Universo y no te das cuenta”.
Por Sisul
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