Terapia Holográmica: Sanación del Alma

viernes, 12 de septiembre de 2014

Relatos para Despertar Para-Dos .Preparándose para la ceguera



Nació con los ojos abiertos . Asombrando al mundo que la veía. Sus  ojos orbitando, traslucidos, de color multicolor en una bóveda celestina,  incrustados entre sus cejas robustas. Nació ocho mesina y puesta en una caja de zapatos entre algodones para que nadie la contagiara, aprehendió a percibir  de lejos, creando brazos y manos extensibles para recibir al mundo a la distancia.

De niña atada a las faldas de la madre como a cuatro-piernas y cuatro-manos recorría el mundo hogareño, sintiéndose protegida contra aquel que  vendría a quitarle sus ojos. La madre siguiendo la tradición de la abuela le colocó un moño rojo en la solapa izquierda contra la envidia y solo se lo sacó  cuando tuvo su primer novio a los 14 años.

Una noche cuando la madre le indicó que buscara un pala en el patio de atrás, el miedo, ese amigo extraño que la había acompañado desde siempre se perdía en las infinitas estrellas resplandecientes fundiéndose  en la inmensidad del  universo oscuro: ella cerro lentamente sus ojos y se entrego a la experiencia de su amigo.

A diario ejercitaba  caminar sin ver cuando nadie la veía, era su secreto y  su destreza. Al tiempo reconocía la diferencia  en el acto de sus manos finas y alargadas de la textura de una rosa pálida blanca, de una roja. Su olfato se iba  agudizando no sin recibir pinchazos del pino rastrero por acercarse tanto,  entre los aromas de agosto de las glicinias cayendo en la pérgola de su ventana al este, el  jazmín chino tapizando la pared del oeste en los atardeceres, el jazmín paraguayo como guardián de la puerta, entre los  chañares florecidos, los aromitos y garabatos, nativos de antaño que recordaban la tradición viviente ante las generaciones exóticas. Chupando  hojas, cortezas y flores,  también experimento el gusto horrible de la cala.

Ya mayor, sus sueños reiterados de quedarse ciega, de no poder con sus manos encontrar  un libro, la hacían despertar nuevamente con su amigo de siempre. El nació como el más humilde de los siervos, en una habitación de techo de zinc y ventana pórtico al jardín interno. No había lugar para una cuna. La madre quitó del primer cajón de la cómoda de la abuela la ropita de su hija y la reacomodo en el tercer cajón con su ropa. Allí entre almohadones y olor a naftalina coloco a su nuevo hijo tan esperado por años: llorando por no tener para  darle lo que ella deseaba.

Faltó poco tiempo para encontrarse con  su enemiga, la muerte. Merodeando  en la casa del abuelito  de enfrente, un día ya no estaba en su silla donde disfrutaba  la siesta de primavera. Lloro durante un mes en su pequeña silla, sin que nadie  supiera el porqué, sin que a nadie le pudiera  contar.

Para enfrentarse a la muerte tenía que enfrentar el miedo a la oscuridad. Comenzó a entrenarse: cerraba sus ojos bajando escaleras, le fascinaba poder hacerlo cada vez más rápido de a dos escalones.  Apagaba en seguida la luz y cerraba sus ojos fuertemente para dormir, imaginando un instante antes de su muerte, pero solo conseguía que aparezca una luz intensa centrándose en el entrecejo que no lo dejaba llegar a su propósito. Podía desplazarse por toda su casa a media noche con los ojos cerrados como si fuera pleno día.

Luego  comenzó a probar la eternidad aguantando el aire colocando su cabeza bajo el agua dentro de una gran palangana de baño: sin no hay oxigeno no hay envejecimiento, dedujo. Sin darse cuenta, por el contrario despertó al éxtasis de respirar: El aire, sí!, eso era lo bueno, lo que le permitía penetrar más y más allá de la mente.

Un día se encontraron en el ashram caminando de noche bajo el techo de  la vía láctea que  cruzaba  de norte a sur. Se tomaron de la mano y sin pensarlo, entendieron: ella no iba a quedar ciega, sino a ver con su luz de consciencia en la oscuridad del alma, ni él morirse prematuramente antes de realizar la verdad. Cerraron sus ojos en el silencio y entraron a la gran bóveda, a la gran cámara sagrada del universo infinito.

Por Sísul 11-9-2014

 

 

 

 

 

 

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