Unas de esas tardes, cuando el no hacer nada se llenaba de un
ocio deslumbrante de paisajes y tonadas de un silencio clamoroso, el
discípulo recordó una frase y se la dijo al Maestro:
¡Ningún Camino Verdadero hacia la Luz puede entrar
en contradicción con otro, la Luz es Una, SOMOS UNO en diversa
manifestación! dijo un saddhu indú.
-Tonterías, dijo el Maestro: No hay Camino verdadero si todo es
Verdad. Es la mente que busca la unidad porque está separada, busca
justificar su camino por egoísta.
Despertando del arrobamiento natural, siguió recordando otra
frase de un proverbio chino para llenar el vacío: “Corrige al sabio y
será más sabio, corrige al necio y será tu enemigo”. Riéndose a carcajadas el Maestro le contestó: No todo chino es sabio. El problema es ¿por qué corregir?. La mente por frustración ignorante corrige al sabio, o al necio. Hay
un plan perfecto donde tu participas, no estás aparte, lamento que no
hayas entendido que la separación familiar que experimentaste en tu
infancia, es para que tú consciencia sea parte, no separada.
Ya despierto el discípulo frente al mundo que vivía, los mosquitos le
habían dejado rochas en toda la pierna, se animó a decir casi gritando
una frase que le enviaron por facebook:
En Infinito Doy y Recibo ¡Perdón!Doy y Recibo: ¡Gracias!. Doy y Recibo: ¡Amor! ¡Namaste!.
El Maestro rascándose su cabeza comentó observando el espejo del cielo nacarado sobre el lago de terciopelo:
-Mientras estamos en la Mente (Imaginación psíquica), influencia
somática lunar, sufrimos las 4 fases de la luna, depresión, vacío,
entusiasmo, euforia. Por eso culpamos y perdonamos.
-Cuando entramos en las memorias del Alma duales, ya parados en
la Tierra sufrimos no recibir y no poder dar, entonces maldecimos por
no poder amar en libertad, o agradecemos cuando recibimos y damos. Esto
decía mientras miraba una garza zambulléndose en el lago para atrapar a
una mojarrita.
Sólo en consciencia de ser como el Sol, integramos los opuestos del
alma, todo es justicia entonces, te reconcilias con la existencia.
El Maestro se volteó para ver quién comentaba todas esas frases, miró a sus ojos abiertos como dos huevos y suspiró:
-Ah... qué alivio, me alegra que no seas mi discípulo, porque mis
discípulos no leen, mientras se iba caminando por las piedras silbando
una tonada.
Por Sisul.
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